La Imagen de Maria
Santísima de la
Esperanza
Si de algo puede presumir la Archicofradía del Pobre y la Esperanza es de tener, desde prácticamente sus inicios como corporación reorganizada a mitad del siglo pasado, dos imágenes que establecen un diálogo entre sí tanto formal como estéticamente. Esto viene auspiciado por algo tan sencillo como importante, el hecho de que ambas imágenes salieron de las gubias del insigne escultor granadino Domingo C. Sánchez Mesa en un período bastante corto de tiempo, pues recordamos que la imagen de Jesús Nazareno “el Pobre” es de 1950, mientras que la de la Stma. Virgen de la Esperanza es de tan solo dos años después.
Hablar de Sánchez Mesa es hacerlo de uno de los mejores imagineros que vieron la luz en el siglo XX, un periodo de esplendor y revitalización del arte de la escultura en madera policromada dentro de nuestro país. La pérdida patrimonial ocasionada por los conflictos bélicos de la década de 1930 supusieron la necesaria puesta en valor de un arte que, aunque seguía en activo, se encontraba lejos de sus mejores cotas artísticas. Y es precisamente en ese período de posguerra donde debemos ubicar la mayor parte de la producción de nuestro artista, puesto que aunque realizó algunas imágenes antes de los desastres, el grueso que compone su obra lo encontramos repartido a lo largo del segundo tercio del siglo XX.
Por encargo de la Archicofradía, Domingo Sánchez Mesa realizó la imagen mariana de la corporación, que fue bendecida el 6 de abril de 1952 en la Plaza de Oviedo (actual Plaza del Trabajo) de la localidad de Vélez-Málaga, por el Sr. cura párroco D. José Ariza González, siendo los padrinos de la talla D. Antonio Belda Moyano y su señora.
La advocación de la Esperanza, relacionada igualmente con la de la Virgen de la O o la Expectación de María, tiene su razón de ser en el Tiempo de Adviento, de ahí que su festividad se celebre el 18 de diciembre. Uno de sus atributos más significativos es el ancla, que la relaciona directamente con la virtud teologal del mismo nombre. Este atributo deriva de San Pablo, el cual escribió sobre ella: “esperanza propuesta, que nosotros tenemos como segura y sólida ancla de nuestra alma” (Epístola a los Hebreos 6, 19). Simbólicamente esta advocación se relaciona con el verde, de ahí que sea éste el color representativo de la dolorosa en sus vestimentas de gala.
A nivel formal se trata de una imagen de candelero realizada en madera, que representa a la Santísima Virgen en actitud dolorosa. Al ser una imagen de las denominadas “de vestir”, presenta únicamente anatomizada la cabeza, el cuello y las manos hasta la altura del antebrazo, por lo que el componente estético de la imagen queda resuelto mediante la utilización de vestiduras y encajes que vienen a culminar por completo la obra. Se representa plenamente erguida con las manos abiertas. La testa, ligeramente inclinada hacia la izquierda, se resuelve mediante un óvalo facial de perfil ligeramente apuntado hacia la parte inferior, donde quedan inmersos los recursos formales más expresivos de la imagen. Una frente despejada da paso a unas preciosas cejas ligeramente enarcadas que cobijan los arcos ciliares, bajo los cuales aparecen unos párpados que, caídos por el sufrimiento y el llanto del dolor, custodian unos dulces ojos almendrados color verde. La línea de las cejas desciende suavemente formando un triángulo de formas rectas que continúa a través del tabique nasal para culminar en una nariz de perfil aguileño y gran potencia volumétrica, que confiere a la obra un semblante muy característico. Tras ésta, una ligera hendidura en la zona superior de los labios nos conduce a una boca de perfil sinuoso que cerrada muestra en grado sumo la contención íntima del dolor. La delicadeza de la parte inferior del óvalo queda culminada, de modo particular, con la inclusión del característico hoyuelo en la zona de la barbilla. La cabeza descansa sobre un preciosista cuello anatomizado, lo que confiere mayor naturalismo a la pieza. Igualmente las manos aparecen modeladas con gran preciosismo que, independientes entre sí, se disponen formando una actitud dialogante con el fiel, lo que culmina y cierra todo el conjunto de manera exquisita, como era costumbre en las obras marianas del escultor granadino.
La cuidada policromía en tonos marfileños que se contrastan con frescores en las zonas de los pómulos, ojos y barbilla, queda realzada gracias al uso tradicional de los postizos -como las pestañas de pelo natural o las lágrimas de cristal que recorren, a pares, las mejillas de la Virgen. Este recurso de estirpe netamente barroca conseguía reforzar la carga expresiva de la obra, e igualmente establecer una íntima conexión entre el fiel y la imagen, habida cuenta de que en ella podía reconocer elementos de rabiosa naturalidad, lo que sin lugar a dudas aumentaba el carácter cercano que este tipo de imágenes requería. fuerza expresiva
Estilísticamente la obra debe encuadrarse dentro de los postulados granadinos de la tradición vernácula de escultura policromada, unos conceptos que ya quedaron plenamente fijados en el período barroco. Las fuentes que Domingo Sánchez Mesa utiliza para la resolución de la imagen de la Esperanza se encuentran en la Granada de la primera mitad del siglo XVIII, donde el modelo mariano de dolorosa quedó prefijado tras las aportaciones que el escultor bastetano José de Mora realizó a esta iconografía tan particular dentro de la Península Ibérica en general, y de Andalucía en general. Como se puede comprobar, toda la carga dramática queda fijada en la expresión íntima y frágil que confiere el escultor a la Stma. Virgen de la Esperanza, entroncando de este modo con el gusto por la expresión lírica y frágil del dolor que tanto éxito tuvo en el oriente andaluz a lo largo de los Siglos de Oro. Todo ello lo consigue sin alejarse de una belleza juvenil sin par, puesto que, como bien apuntó Domingo Sánchez-Mesa Martín (hijo del escultor y Catedrático de Hª del Arte de la Universidad de Granada), "....aquí en Andalucía se intenta siempre llegar al espectador a través de refinamientos artísticos. Las imágenes andaluzas son siempre bellas y se las presenta bellamente. Aparece así el sustrato de la vieja cultura, en la línea de una estética mediterránea, que refina y agudiza el ingenio y da un pueblo con un sello de aristocracia e independencia espiritual..."
José Alberto Ortiz Carmona
Graduado Hª del Arte
Instructor del Expediente de Coronación